miércoles, 5 de diciembre de 2012

Espainiako Kultura





La gastronomía, como la paella valenciana, los quesos asturianos o el vino de Rioja, son un componente de la cultura de España, arraigados y resultado de la evolución de los usos y costumbres sociales a lo largo de generaciones.

Las cuevas de Altamira, el Guernica de Picasso o las pinturas negras de Goya son parte del patrimonio cultural de España, un patrimonio pictórico de valor incalculable que se cuida y se promociona con todo el cuidado posible.

El flamenco, los carnavales de Santa Cruz de Tenerife, el aurresku o las muñeiras son parte del patrimonio cultural de España. Difícilmente se podrían concebir buena parte de las fiestas tradicionales de cualquier punto de nuestra geografía sin considerar sus danzas típicas y sus celebraciones más características y arraigadas socialmente.

La Plaza Mayor de Salamanca, el castillo gótico de Bellver, la catedral de Santiago de Compostela o las casas colgantes de Cuenca son parte del patrimonio cultural de España. Son iconos de la historia y los paisajes urbanos de nuestras ciudades y son constantes los cuidados que se les dedican para evitar cualquier deterioro.

Los idiomas vasco, asturiano, catalán, gallego y castellano, así como su riqueza dialectal, son parte de la cultura de España y su mantenimiento y cuidado tiene unas necesidades de la misma forma que las tienen los edificios que necesitan reparaciones o los cuadros que requieren una restauración. Ignorar estos requerimientos desde las instituciones conlleva ser partícipe de su degradación, más aún cuanto mayor sea la responsabilidad en el ámbito cultural de cada uno, y de la ofensa no ya a sus hablantes, cosa harto fácil de pronosticar que ocurrirá, sino a cualquier persona que aprecie la profusa variedad lingüística del país, porque es patrimonio de todos.

Propuestas como la del señor Wert (récord absoluto de ministro peor valorado desde la transición), van no solo en contra de toda lógica lingüística, social y cultural del país del que, muy a pesar de una desbordante mayoría de ciudadanos, es ministro, sino que se remite a una antediluviana concepción del mundo anclada en el la unidad de destino en lo universal, en la uniformidad a ultranza según las tesis de un arcaico nacionalismo españolista acomplejado que interpreta la diversidad como amenaza y la variedad como vil disgregación.

Querer imponer una lengua única para todo el estado no ha funcionado y no funcionará jamás mientras exista en España el culto del amor desinteresado a la belleza (como sentenciaba una misiva enviada al dictador Primo de Rivera por decenas de escritores en lengua castellana, entre ellos Manuel Azaña), algo que está muy lejos de ser posible de legislar por arrogantes mayorías parlamentarias, o de poder instaurarse por monarquías absolutistas o regímenes totalitarios centralistas.

Luis Iglesias




También en: 
Reus Digital 
Unidad Cívica por la República 
Crónicas de Béjar 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Bendita escuela

Vuelve septiembre y vuelve, inevitable, el curso escolar a Cataluña. Pero este año aún con más emociones para la plebe. La primera buena nueva que se van a encontrar los padres de alumnos será la subida del IVA del material escolar del 4 al 21%, pero hay más: el curso comienza con casi 20000 estudiantes más, pero con 3000 profesores menos… y seis escuelas públicas menos.

Entre estas, la Escola Olga Xirinacs de Tarragona, tachada despectivamente como ‘una escuela de rojos’ i que tiene que ser cerrada. Por el bien de los pobres espíritus de los niños, cabe suponer. O el caso de la escuela Esparreguera II, donde los padres decidían sobre la gestión del propio centro.

Pero, ¿quién dice que todo el mundo sale perdiendo con estas cifras? Aún queda un reducto que no padecerá las consecuencias de los ‘ajustes’ de Mariano o de Mas. No nos referimos ahora a los profesores de religión que, ¡gracias a Dios!, esquivan la crisis y no sufrirán los recortes que se cargarán a centenares de interinos en el resto de Cataluña, y no será necesario que Dios se lo pague, que ya lo harán entre todos los contribuyentes.

A los que se les ha aparecido el santo (o el ministro), es a las escuelas que discriminan por sexo al alumnado, que veían peligrar la subvención pública que recibían hasta ahora. Hablamos de estos centros que no aceptan niñas o no aceptan niños, todo sea por mantener la pureza del alma, lo que requiere educar a las personas de una forma u otra, según el sexo, para imponer diferentes programas educativos. 

Estas escuelas segregadoras quedaron oficialmente fuera de la ley que regula cómo se han de entregar subvenciones a las escuelas que no sean públicas pero soliciten recursos públicos, ley que dice que están excluidas todas las escuelas que separen por cuestión de sexo. Pero, milagrosamente, ha salido el ejecutivo de Rajoy en tromba, a decir que de ninguna manera estas escuelas perderán el acceso a dinero público. Eso de que lo diga una ley no es suficiente, si hace falta que se cambie la ley, no habrá freno que evite para llevarlo a cabo. Fervorosamente, CiU se ha sumado a la santa cruzada por el dinero público para estas benditas escuelas. 

Curiosamente, curiosamente, estas escuelas segregadoras están vinculadas a grupos ultrarreligiosos, como el Opus Dei, rama de la iglesia católica con un acusado poder e influencia política, que ha tenido y tiene a algunos de sus religiosos ocupando ministerios y cargos de responsabilidad en las más altas estancias. 

Y total, que estamos en crisis, pero con la iglesia hemos topado y con lo sagrado no se juega, que hay que ganarse el cielo en la tierra y pagar el diezmo religiosamente; aunque tuvieras que pasar hambre, has de cumplir con la curia. 


Algunos, menos entendidos en los asuntos divinos, nos preguntamos qué no podrían hacer las escuelas públicas con estos recursos públicos que el gobierno catalán desvía a instituciones religiosas privadas. Si no será que el gobierno central y el Govern catalán están haciendo un exceso de devoción en su afán de convertir a los rojos que puedan quedar.

miércoles, 25 de abril de 2012

Abril

Hay días del calendario que, por años que pasen, siguen y seguirán manteniendo viva en nuestros corazones una llama de rebeldía, un haz de luz que, por oscuros que pudieran tornarse los tiempos en los que nos toque vivir, ilumina el espacio en el que albergamos la esperanza por un futuro mejor, la certeza de que un mundo más justo es un ideal alcanzable y por el que merece la pena luchar. Todo esto se conjura en abril. El mes en el que estalla la primavera definitivamente.

Explotaron las calles de toda España en estas fechas. Era un martes del abril de 1931 el día en que, por segunda vez, la República fue proclamada en plazas y avenidas entre el júbilo de millones de personas. El día en que el pueblo se sacudió de encima, ya sumido en una fiesta, un régimen autoritario que duró demasiado. No será tampoco casualidad que fuera un mes de abril cuandoAzaña, Domingo, Casares Quiroga y otros miles de hombres y mujeres más fundaron el partido Izquierda Republicana.

Es el 23 de abril una jornada que acapara en sí multitud de eventos. Se celebra por todo el mundo el Día del Libro, fecha para reconciliarse con la lectura o ampliar horizontes buscando nuevos títulos. Castilla reivindica la figura de los comuneros caídos contra el absolutismo, más al este se festeja el Día de Aragónmientras la vecina Cataluña se entrega a la celebración de su día de Sant Jordi con el bullicio de ramblas y avenidas, redescubriéndose este día año tras año entre rosas y nuevos libros.

Y también hay claveles, que tuvieron su propia revolución. Fueron los portugueses quienes marcaron una fecha imborrable para todos los que luchan contra la opresión al derrocar en 1974 la dictadura más vieja de Europa, régimen el cual se derrumbó en cuestión de horas. Era el 25 de abril (un día que Italia conmemora su ‘Día de la Liberación’ tras la Segunda Guerra Mundial), cuando los soldados portugueses que se levantaban contra sus tiranos lucían las flores en los cañones de las armas.

Se cumplen 38 años del hito portugués. Ahora, los habitantes de unos y otros rincones del territorio ibérico, en la Europa del euro, padecemos los negros nubarrones de la crisis que hacen languidecer no ya la economía, sino la sociedad entera. Ahora, como desde los años 40 a mediados de los 70 del siglo pasado, pareciera que nuestros caminos siguen discurriendo paralelos, atravesando una densa y plomiza niebla en la que ni se aventura una salida ni se sabe cómo de lejos queda, siendo los padecimientos, en forma de recortes al estado y a los servicios públicos, el pan de cada día. Tanto es el malestar causado en Portugal por la situación que hay muchos que han renunciado a las conmemoraciones institucionales por el aniversario de la Revolución, como signo de protesta ante la deriva del país, que está desmontando, por imposición de una troika económica que manda más que su gobierno democrático, todo lo que se construyó desde esa fecha. Y muchos ya se preguntan, ¿hace falta un nuevo 25 de abril? Reinventar el impulso que supuso aquella fecha, el romper con las ataduras que se arrastraban, ¿vuelve a ser algo necesario?

Una pregunta que lanzada desde las orillas del atlántico, retumba por toda la península, buscándose en todas partes la respuesta, pues el diagnóstico de los problemas que atravesamos es compartido con Portugal. Quizá sea momento de poner en común la búsqueda de soluciones conjuntas como vía para consolidar una salida más allá de esta calamidad. Cabe recordar que estamos en abril, mes que invita a abstraerse por un momento en recordar aquellos eventos y jornadas en las que uno se reinventa y saca lo mejor de sí mismo para echar abajo las barreras que nos separan del progreso. Hay que conjurarse a ese rayo de esperanza, a esa certeza de que hay otra forma de construir el futuro. Los republicanos, demócratas a uno y otro lado de la frontera entre España y Portugal (frontera que cada día separa menos), hayamos en este mes motivos sobrados de inspiración para buscar remedios a la situación actual, que presentan misma valoración e idéntica deriva. Como ya hicimos todos, en un mes de abril.

martes, 31 de enero de 2012

Caso Garzón: Ensañándose con la justicia



En estos días se nos brinda la oportunidad de contemplar un dantesco espectáculo judicial, en ese circo en el que se ha convertido el Tribunal Supremo, viendo cómo se enjuicia al protagonista, Baltasar Garzón, por declararse competente para investigar crímenes de lesa humanidad.

Y es que el evento es todo un escarnio a la justicia. Esta farsa que se está llevando a cabo no es pequeña, atendiendo a los hechos: las personas desaparecidas por la represión franquista desde el levantamiento armado contra la II República se cifran en unas 113000, de las cuales la mayoría morirían asesinados en las tapias de los cementerios o en las cunetas, donde posiblemente seguirán olvidados sus huesos. En las últimas décadas, el estado español ha firmado una larga retahíla de convenios y acuerdos internacionales que le comprometen a investigar los casos de ‘deportaciones, tortura, persecución y desapariciones forzadas’. La lógica del derecho lleva a pensar que esta investigación debería tener lugar, como ya ha ocurrido en Chile, Argentina o Brasil con asesinatos en masa similares… pero aquí eso no está pasando.

Aquí nos topamos con una de las trampas de la ejemplar transición: la Ley de Amnistía de 1977. Esta ley, que en aquel momento se creyó que amparaba a los presos por motivos políticos, ahora, vista con al perspectiva que dan los años pasados desde entonces, se revela como la coartada que esgrimen las élites de la dictadura para conseguir la impunidad de sus crímenes durante sus años en el poder. La amnistía ha significado impunidad para el franquismo. Han blindado los crímenes de la camarilla de Franco para una investigación, que no ya una condena, de delitos como genocidio, crímenes contra la humanidad que no caducan ni son amnistiables en ningún caso. A Franco, incluso en democracia, se le está colocando por encima de los derechos humanos.

No es un asunto menor el por qué se quieren tapar las vergüenzas del régimen de Franco. La legitimidad del sistema vigente radica en sostener la idea de que la transición fue un proceso ejemplar; con la salvedad de que esta afirmación es desmentida ampliamente en el extranjero, donde el rendir cuentas a la justicia por parte de los capitostes de una dictadura es un asunto innegociable. Si una causa judicial es capaz de cuestionar y anular una de las leyes fundamentales de este proceso, se pondría en tela de juicio a la transición entera, pues sería la demostración de que aquello no se hizo correctamente, y esto llevaría a muchas preguntas interesantes sobre nuestro pasado y nuestro presente: ¿Por qué se toleró durante tantos años esta situación? ¿Quiénes fueron los beneficiarios de la impunidad? ¿Por qué la corona, que capitaneó la transición, amparó esta infamia? ¿Quiénes han estado interesados en sostener esta mentira, y por qué?

No somos pocos los que consideramos que es de justicia absolver al juez Garzón de esos cargos absurdos, para que pueda continuar con la instrucción de la causa de los crímenes del franquismo y para que cualquier juez en el ámbito de su competencia pueda investigar lo que sucediera en ese periodo con absoluta libertad. Y si ello requiere anular la Amnistía de 1977, que se anule, como se anularon las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, ya que no sería admisible que en una democracia una ley pudiera bloquear una investigación sobre derechos humanos. A no ser que este sistema sea la fachada que envuelva unos poderes que tengan poco de democráticos.

Por ello hay que denunciar el ultraje a todas las víctimas del franquismo y a sus familiares que supone este juicio político, realizado para evitar que se investigue el franquismo y los crímenes contra la humanidad que se cometieron durante este periodo. Es un juicio contra todos los que denunciamos que la Transición no fue ni mucho menos ejemplar y que en ella se apuntaló la impunidad de los criminales franquistas. Un juicio contra los que nos negamos a aceptar este régimen en el que se rinden tributos a un ministro de la dictadura y se persigue a un juez por querer investigar los crímenes del fascismo.


Luis Iglesias (@sexmero)

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